Todo el
mundo se pregunta cuál es el secreto de la felicidad, qué hay que hacer o a qué
hay que renunciar para llegar a ella. Pues bien, yo os diré que también me lo
pregunto cada día. ¿Decepción? Ya, bueno. Puedo tener respuesta para muchas
otras cosas, pero el secreto de la felicidad no está entre ellas. De hecho,
solo puedo decir un par de cosas al respecto. La primera, que la felicidad no
es la meta. No. Eso hay que metérselo bien en la cabeza. La felicidad no es eso
que perseguimos con todas nuestras fuerzas, por lo que tantos sacrificios
hacemos y por lo que tanto sufrimos algunas veces. La felicidad es el camino.
Es todo aquello por lo que pasamos. Las piedras, los muros, las lágrimas. Pero
también las sonrisas y las buenas noticias que nos llegan cuando estamos
recorriendo dicho camino. Ese que nos permitirá llegar a la meta y sentirnos
dichosos, "felices". La segunda cosa que tengo que decir es que la
felicidad no se consigue si es buscada. Es algo así como que si ella sabe que
la buscamos, se esconde, cada día más y más. Por eso llega el momento en el que
desistimos. No la encontramos. Y eso es lo que ella quiere. ¿Vamos a darle esa
satisfacción? No sé tú, pero yo no. Por eso hace tiempo que dejé de buscarla.
Prefiero pensar que cualquier día aparecerá, por sorpresa. Y eso será lo que me
haga realmente feliz. La sorpresa. Ese momento inesperado en el que todo
cambia, en una milésima de segundo. Incluso el motivo de que todo cambie, de
que todo sea diferente, puede ser un motivo completamente distinto al que
perseguíamos. No hay mejor remedio para encontrar la felicidad, que dejar de
pensar en ella. Pero que haya que dejar de buscar para encontrar, no quiere
decir que debamos estar con los brazos cruzados esperando a que algo suceda.
Hay que disfrutar. Disfrutar del camino. De las sonrisas regaladas, de los
abrazos inesperados, incluso de los besos robados. De los tropezones que nos
provocan las imperfecciones del camino de tierra por el que caminamos. De las
lágrimas que cada día nos hacen más y más fuertes interiormente.
Yo espero
la felicidad. La espero de veras. Pero ya no pienso en ella. Mientras ella se
decide a aparecer, yo me refugio en la música, en los libros, en mi amada
fotografía y en este pequeño sitio que he creado en la web. Me refugio en ellos
porque son mi camino. Son lo que quiero hacer, lo que me llena un poquito más
cada día que pasa, lo que me hace ser persona. ¿Queréis saber por qué? Pues
bien, os lo diré. Los libros me hacen creer en imposibles, vivir historias que
no son la mía, preocuparme por inquietudes que tiene alguien ficticio y
vivirlas como si fuesen mías, enamorarme de alguien que no existe y vivir esa
aventura como protagonista de dicha historia. Abro
un libro para cerrar el mundo. La
fotografía me hace desconectar, viajar a lugares insospechados sin siquiera
moverme del sitio. Puedo jugar con la realidad, cambiar la perspectiva a mi
antojo. Puedo crear luces y sombras. Puedo dar vida a algo inerte. Pulso un botón para crear magia. La música me hace desaparecer del
lugar en el que me encuentre, sea cual sea. Hay tantas y tantas canciones con
las que me identifico que podría calificarlas como mías. Las canciones son aún
mejores que los libros. Cuando un compositor o cantautor escribe una canción,
lo hace porque tiene algo que contar. Es una especie de autoayuda. Escribe
desde lo más hondo del corazón, contando historias personales de forma que no
lo parezcan del todo. La música es puro amor. Me pongo los auriculares
y vuelo. Vuelo al son de
The Beatles, sueño cómo sería mi vida en mundos lejanos o imposibles gracias a
la voz del increíble Lennon. Vivo cada una de las notas de
"Michelle", mi canción favorita sin duda alguna, y juego con su
melodía. Cierro los ojos y me siento en una nube, junto a Paul, mientras él
canta con su incomparable voz cada uno de los versos de esa preciosa canción.
Disfruto de la entonación que pone cuando canta en francés. Lo disfruto de
veras. Me transporto al escucharlos juntos, a los cuatro. Lennon, Paul, Ringo y
George. Grandes, muy grandes. Los mejores. Y
bueno, qué decir de este pequeño sitio que tengo en la web. Como ya mucha gente
sabe, no lo creé con intención de darlo a conocer. De hecho, nunca pensé que
llegaría a leerme tanta gente. Yo simplemente buscaba paz, desahogo, compresión
y ánimo. De vez en cuando, cuando sentía que el mundo me superaba y que todo lo
que me rodeaba se me quedaba demasiado grande, encendía el ordenador y me ponía
a escribirlo todo, para después publicarlo. Creaba un mundo: mi mundo. Supongo
que lo que buscaba era dejar constancia de algo mío. Para mi sorpresa, un día
vi que la gente empezaba a leer todas esas cosas que yo publicaba. Personas
que, como yo, sufrían o, por el contrario, disfrutaban del día a día. Personas
que me daban las gracias por escribir, que me felicitaban. Y hoy en día sigue
siendo así. No solo he encontrado desahogo, sino también amigos. Amigos a
quienes no conozco. No sé sus nombres, la música que escuchan, su color y
número favoritos. No sé dónde viven, ni qué color de pelo o de ojos tienen. No
sé nada sobre ellos. Pero están ahí. Y toda persona que esté ahí animándome,
para mí es un amigo. Podéis creer toda esta parrafada o no, pero para mí todo
aquel que me lee y me anima a seguir escribiendo es alguien importante en mi
vida. Mucho. Y quiero que sepáis algo. No sólo escribo por mí. También lo hago
por vosotros. Gracias a vosotros. Escribo
por todas y cada una de las historias que quedan por contar.
Y repito:
no busques la felicidad. Deja de pensar en ella, y aparecerá cuando más la
necesites.
6 comentarios:
Asdfghjkl ES AMOR.
Me gusta tu blog, que lo sepas :)
Es mucho más que amor, es la mejor de todas, me encanta <3
es precioso el texto y esta frase es increible "no busques la felicidad,deja de pensar en ella ,y aparecerá cuando más la necesites"
¡Increíble! Me encanta... ;)
Paaaanfila! Me gusta tu blog :)
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