No
entiendo por qué siempre al llegar la noche me siento tan... tan echa polvo. En
serio, no lo entiendo. Últimamente entiendo pocas cosas, la verdad. Dar todo a
cambio de nada. Eso me pasa. Creo que doy demasiado, a diferencia de lo poco
que recibo. Y, no soy de esas personas. No doy algo, para obtener algo. Pero, a
veces, también me gusta recibir, no sé si me entiendes. Y no, no hablo de cosas
materiales. Hablo de cariño, sobre todo de eso. Llevo tanto tiempo esperando
oír un "te quiero", que ya no sé ni desde cuando. Me gusta sentirme
querida, como a todos, supongo. Por eso, cuando una sola persona muestra algún
tipo de afecto hacia mí, me siento la chica más afortunada del mundo. Con casi
nada, pero algo que significa mucho. Me encanta. Me encanta que me digan que
qué buena chica soy, que qué bien escribo, que soy muy simpática. Que ojalá
todo el mundo fuese como yo. Esta última es, probablemente, la que mejor me ha
hecho sentir. Bueno, esa, después del "gracias por existir". Con eso
soy feliz. ¿Tanto cuesta decir gracias, eres genial, o
te quiero? Yo creo que no. De todos modos, soy una chica fuerte, aunque débil a
la vez. Pero debido a mi fuerza interior, casi siempre llevo una sonrisa
pintada en la cara, aunque no sea verdadera. Porque me gusta. Me gusta que la
gente me vea bien, que me vean feliz, aunque realmente no lo esté. Incluso a
veces intento engañarme a mí misma. Pero siempre acabo de la misma manera. Y
realmente, aunque yo lo pase así, no me gusta ver a los demás en la misma
situación. Por eso siempre doy el mismo consejo: ¿Por
qué no vas al espejo, y te miras poniendo un par de caras raras? Seguro que
la personita del espejo te saca una sonrisa. ¿Qué mejor persona para sacarte
de un bache que tú misma? Si no te quieres tú, no te quiere nadie.
1 comentario:
Nunca tendremos más apoyo que nuestras piernas. Muy linda entrada, un beso.
http://laa-au.blogspot.com
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