Después de
un tiempo de reflexión, de relax, de replantearme todo... Después de eso, no he
llegado a ninguna conclusión. No he decidido nada diferente a lo que me había
planteado anteriormente. Sigo siendo esa chica loca, rebelde, soñadora como la
que más, amante de la música y los buenos libros, loca por las pelis, las
chuches, la ropa y las pulseras, fan del olor a gasolina y el 'pelo guás'. Loca
por los skaters y los raperos. Sigo siendo esa mujer encerrada en el cuerpo de
una niña, que sueña con vivir un cuento, creyendo en imposibles. Sigo siendo la
misma. La que ama el olor a café, el sonido de una buena guitarra, los sábados
con la música a todo trapo, las mochilas y los bolsos, la ropa deportiva, que
alguien se le quede mirando en el metro o en el autobús, el twitter, ir a más
de 150 kilómetros por hora en un coche, las guerras de nieve, los bikinis y los
pantalones cortos. La que puede ser tanto optimista como la más negativa. La
que cruza la calle con el semáforo en rojo, la que olvida el mundo cuando se
pone unos cascos, la que se convierte en la reina del pop cuando está en la
ducha, la que es feliz con una cámara en las manos, la que ama los pijamas bonitos
y el monstruo de las galletas, la que duerme con un oso de peluche, la que
adora los días de sol y playa, la que odia el frío pero le encantan las
bufandas, la que tiene ocho millones de bolis pero no usa ni la mitad, la que
adora viajar, ya sea en avión, coche, metro, autobús o tren, la que se desahoga
escribiendo, la que conoce gente siempre que puede, porque le encanta. Soy la
que llora cada noche, la que piensa en el futuro sin dejar atrás el pasado y
olvidando el presente, la que podría pasarse un día entero viendo una película
tras otra, la que ama la fiesta, la que se emborracha de vez en cuando, la que
odia que la gente coma con la boca abierta, la que tiene millones de relojes y
otras tantas gafas de sol, la que se preocupa más de los demás que de sí misma,
la que experimenta, la que busca su media naranja, o su medio limón, la que
todavía ve películas de Disney y las disfruta como cuando tenía dos años, la
amante del color azul y del número siete, la que no se quiere a sí misma, la
que odia los ideales, la que sueña con despertar al lado del amor de su vida,
la que se emociona al ver la Torre Eiffel, la que odia lo superficial, la que
se mira en todos y cada uno de los escaparates cuando va por la calle, la que
deja que le afecte todo lo que dice la gente que le rodea, la que siente
cosas que pocas personas de su edad son capaces de sentir, la que lo da todo,
la que sería capaz de recorrer miles de kilómetros si él fuese la meta, si él
fuese el próximo camino a recorrer. Soy la que anda en busca de un príncipe
azul como el de los cuentos, que vaya hasta la torre más alta con tal de salvar
a la princesa, que sepa amar, sin pedir nada a cambio. Soy la que se fija en
las manos, los ojos y la boca, antes que en el culo o el paquete. Soy la que
daría la vida por sus amigos. Soy la misma niña que, aquél Septiembre de 1998,
con apenas tres años, se hizo fuerte, poquito a poco. Soy yo, la que sigue su
camino a pesar de los grandes muros que se interponen en el mismo. Soy la que
te espera, aún sin saber quién eres, y la que arriesgará todo por ti, amándote
hasta el final de sus días. Esa soy yo. Aún no he cambiado, y dudo que lo haga
en un futuro próximo. Pero, como siempre he dicho, la magia aparece cuando menos lo esperas, poniendo patas arriba tu vida y tu mundo.
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